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viernes, 29 de noviembre de 2013

Insomnia




Las 02:05, las 02:10, las 02:15…. ¿De quién fue la brillante idea de comprar ese reloj digital que refleja el paso del tiempo en el techo? … ya no le quedaban más ovejas que contar…. Se levantó y miró a la mujer que yacía dormida en la cama sin poder recordar por qué se había casado con ella. Se dirigió al cuarto de al lado, abrió la puerta… sí seguían dormidos…  adoraba a esos dos críos, daría la vida por ellos,  pero siempre pensó que pasaría su treintena viajando, viendo el mundo.
Entró en la habitación contigua, su despacho. Encima de la mesa estaban las carpetas que había traído del trabajo. Encendió el ordenador y mientras se ponía en marcha abrió una de las carpetas, y recordó el día que le llamaron para confirmarle que había conseguido el trabajo,  sintió que el mundo era suyo, que estaría bajo sus pies… dinero, poder y ambición. Pero aquel trabajo excitante, electrizante y  adrenalínico se había convertido en algo rutinario, monótono, aburrido. Evocó sus tiempos universitarios, cuando se había prometido revertir en los demás aquello que había aprendido… pero se vendió, como todos, salvo unos pocos, por dinero. Así que acabo por jugar al juego de siempre, aquel que le ayudaba a matar el rato, a asesinar el tiempo.

Miró el reloj, las 03:40… ya le dolían las muñecas de tanto manejar el ratón… y seguía sin superar aquel maldito nivel. Apagó el ordenador y bajó a la cocina y se hizo un café con leche que acompaño con las únicas galletas que había, unas que había comprado su mujer, una mezcla de hierbajos, tropezones de un cereal no identificado y un supuesto sabor a manzana ¿Por qué no le compraba las galleta de chocolate que tanto le gustaban? Ah sí, ya lo recordaba… había que cuidarse, aparentar no haber cumplido aún los treinta, cuando hacía un par de  años que ya pasaba de los cuarenta… 

Se dirigió con su tazón de café con leche y el sucedáneo de galletas hacía el salón… nadie le estaba mirando, rompería las normas, comería en el sofá, delante del televisor. Al terminar intentaría no dejar evidencias, no dejar pruebas que delataran su delito ya que la pena impuesta sería los continuos reproches y quejas de ella. Encendió la televisión e hizo un barrido por los diferentes canales: videntes, bingos, ruletas y su preferido, la teletienda. Mientras disfrutaba de su tentempié quedo fascinado por los cuchillos irrompibles, el cinturón quemagrasas y la milagrosa crema antiarrugas, en el momento en qué miró el teléfono con ojos golosos decidió apagar el televisor. 


Y todo quedó, a oscuras, en silencio…. Miró a sus alrededor, observó las paredes de su salón, la entrada de la cocina, y el recibidor sin conseguir entender como había acabado en aquel adosado en las afueras de la cuidad cuya hipoteca le tendría atado al banco por siempre jamás, cuando lo que él siempre había querido era  vivir en el centro, de alquiler, sin necesidad de ser esclavo de un banco, trabajar y residir donde la  vida, el destino o el viento lo empujarán…
Volvió a mirar el reloj… las 05:30 tan sólo quedaban treinta minutos para que el despertador sonara, para que arrancará un nuevo día de su tediosa, aburrida e indeseada vida, y fue entonces cuando comprendió cuales eran las verdaderas causas de ese insomnio que le había acompañado los últimos años de su vida. 

Autor: Carmen @Persefone123 

"La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días".

Benjamin Franklin




1 comentario:

  1. Excelente relato. Consigues describir una atmósfera decadente, asfixiante y sobretodo, real en muchas ocasiones. Es en la noche cuando, a solas, nos enfrentamos muchas veces a nuestros fantasmas. Si la felicidad tiene alguna descripción, sin duda creo que podría ser la de poder dormir sintiéndote en paz contigo mismo sólo o sabiendo que la persona que amas está junto a ti. Gracias por compartir estas lineas.

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