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domingo, 1 de febrero de 2015

Se perdio


Porque se perdió en el momento de perderse.
En esa tibieza de su locura, en su indómita sonrisa que hace desvanecer la penumbra.
Quizás fueron sus manos de seda, impregnadas de sabiduría, esas que fueron recorriendo cada centímetro de su cuerpo.
Rectificando cada desaliento, creando viveza.
En cada poro de su piel, borrando cada signo de hastío, o el néctar de su dulce boca, que le hacía caminar sobre el mar.
Mezclar sabores con los olores de sus deseos.
Cubrir la miel de sus ojos, despedazar te quieros acurrucada en sus brazos.
Susurrar  cada vocal  o gritársela al viento, creando baladas de silencios llenos de amor.
Humedecer cada poro de sus labios.
Dejarse llevar por la suavidad de sus fragmentos, de cada uno de sus divinos rasgos.
Sus grietas, cada detalle de su hermosos cuerpo, sumergido en pasión,
Volar en la largura de su alma y en la estrechez de su núcleo.
Caminar descalza a la orilla de su preciosa boca, lamer cada gesto y
recuperarlo cómo quien posee un tesoro.
Vivir en su esquina de lo probable, patinar en las curvas de sus cicatrices.
Porque se perdió en momento exacto de perderse.
Porque encontró la balada perdida, pudiendo cantar en voz baja.
Giro mil grados hasta ver lo real, lo bello.
Porque ya nada era igual. Cada minuto gratificaba a la vida su casualidad.
Su más bella poesía creada en forma humana, radiante,
Iluminada por los más bellos versos que jamás sus ojos creyeron leer.
Con la fuerza de mil poemas en sus manos y la dicha de vivir en sus estrofas.
Se perdió y no quiso regresar jamás.


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